Concorde Love Store. Camino por el bulevar del hospital y me detengo frente a esta tienda, frente a la tienda del amor: un sex shop. Concorde Love Store, es el nombre de la tienda. En el escaparate un producto nuevo, un vibrador, edición especial, dedicado a Marilyn Monroe. Marilyn Monroe, pienso, condenada a complacer a los demás, pienso. Marilyn la musa. Marilyn la loca. Marilyn acabó muerta, puesta hasta arriba de barbitúricos. Personalidad bipolar, principio de esquizofrenia, sexualidad insatisfecha… Tenía miedo de acabar encerrada. En un psiquiátrico. Como su madre. Pero Marilyn, la de la sexualidad insatisfecha, es ahora la imagen de un consolador. Una cuestión genital pienso, en el bulevar del Hospital, frente a un sex shop. “La histeria trata siempre de lo genital”, dice Charcot por boca de Freud, “siempre siempre siempre”, dice. Hoy he estado visitando La Salpêtriere: la rue Charcot, la rue Pinel… He hecho fotos. Me he dado una vuelta por uno de los escenarios más aberrantes de la historia reciente. Con mi cámara. Como una turista. Pero ahora me da vergüenza entrar en un sex shop. En el sex shop hay una parte dedicada al fetichismo, cuerdas, látigos, todo tipo de artilugios para el placer, y para el dolor. Y me acuerdo de cuando tenía trece años, y me metía lo que pillaba entre las piernas: Una regla, una almohada, el pico se una mesa… Una vez metí una tijeras frías, relucientes, metí unas tijeras y las tuve dentro durante horas… Tal vez tenga razón Charcot. Tal vez el problema sea siempre genital. Eso debió pensar Freud, cuando creó el psicoanálisis. Eso debió pensar su hija, que siguió las teorías de su padre, la hija de Freud… que trató a Marilyn Monroe de su profunda… depresión. Tal vez el problema sean los genitales, sí, o tal vez el problema, sea el propio psicoanálisis.