Música, palabra e imagen para un teatro político.

En defensa, un concierto de despedida es una obra de teatro político que aborda el tema de los jóvenes desempleados, de esa generación bautizada como Generación Perdida. La autora Lola Blasco, toma como referente Las Tristes de Ovidio. Comprobamos así que mirando al pasado podemos comprender el presente, que mirando al pasado encontramos un futuro. Una pieza musical y escénica que encuentra en la imagen de las sirenas y del barco la metáfora del exilio que estamos viendo desde nuestras costas, el de una nueva generación de jóvenes que más que abandonar su país, son expulsados de él.

La autora propone una lúcida mirada, política y teatral a la vez, sobre una realidad, la española, ofrecida desde la doble perspectiva de quien la sufre y de quien la contempla, y que traslada a los espectadores la misma dualidad, situándonos ante la responsabilidad de nuestra acción y de nuestra inacción.

La puesta en escena cuenta con la integración del lenguaje musical gracias a artistas del calibre de Luis Paniagua, experto en música antigua, y con los espacios sonoros de Iñaki Rubio, que contribuyen a la mixtura de lenguajes. Completan la partitura el rapero Javier Benedicto (alias Mentenguerra) y la mezzosoprano Mónica Dorta.

La obra está concebida como un concierto en el que diferentes lenguajes se dan la mano para crear una sensación de continuidad histórica. Así el rap, se utiliza en esta obra por varios motivos: en primer lugar para renovar la figura del clásico rapsoda, en segundo lugar, como forma de modernización musical del teatro político. Si Bertolt Brecht utilizó en su día la opereta, el rap resulta en este momento más adecuado cuando se trata de buscar un lenguaje democrático. Se utiliza el término democrático pese a lo denostado del término hoy día y a sabiendas, pues precisamente esta investigación se ha centrado en la búsqueda de un lenguaje que ayudara a la experiencia compartida. De ahí que la música haya tenido tanto peso.