LA MUERTE Y LA DONCELLA

O la seducción de la muerte, que viene a ser la misma cosa. Esa muerte que se acerca dulce, melodiosa, cómo resistirse al encanto… Ni los tapones de cera, ni siquiera la música de Orfeo puede hacer que no escuchemos su llamada… y es que es la suya una llamada que resuena internamente… tic tac, tic tac… ¡Ay! Nuestro corazón es el reloj que marca el ritmo de la melodía, al tiempo que se fatiga con cada nuevo paso en el camino…Y cuando se está cansado, algunas melodías nocturnas, melodías realizadas con premeditación y alevosía, pueden resultarnos de lo más atractivas. Es la naturaleza misma la que se encarga de hacernos atractivo ese final tan detestable. Lo mismo pasa cuando tras un par de gin tonics te fijas en el tipo mediocre apoyado al final de la barra. La naturaleza confabula contra nosotros, una trampa… ¡Pero no quería hablar yo de eso! No quería hablar de la guadaña, ni de la fatiga natural que provoca la misma existencia, no… que yo quería hablar de la seducción, de lo voluptuoso… y de los mecanismos que utiliza servidora para taponar su autoresonancia y abrir los oídos al mundo. Y para eso Schubert siempre viene bien, porque acallar los pensamientos es cosa difícil, desde siempre. Así que yo me pongo los auriculares a todo volumen para que los pensamientos se queden bien dentro y no tenga yo que escucharlos. Mis auriculares, pienso… Schubert, pienso… La muerte y la doncella de Schubert… ¡Mierda! Ya estamos otra vez con la misma historia. Y es que soy yo de pensamiento obsesivo. Hubo de quien me dijo que me revuelco en el fango, y no es cierto, no.. no es cierto… es que me gusta llegar al corazón del asunto, me seduce su melodía, aunque tenga que bajar al mismo infierno para entenderlo. Como al infierno bajaba Perséfone, obligada por Hades, la muerte, quien la raptó y la hizo su esposa. La mitad del tiempo la pasaba en el inframundo y la mitad del tiempo en la alegría de la vida. Ese fue el trato que hizo con la muerte. Y al convertirse ésta en la reina de los muertos, su nombre se convirtió en un tabú… La doncella, la llamaban… La muerte y la doncella… Matthias Claudius utilizó ese título para el poema que Schubert haría pasar a la Historia. Pues esto es lo que vengo escuchando estos días, La muerte y la doncella de Schubert, La muerte y la doncella cantada por Dieskau, que es en mi opinión la mejor versión que se ha hecho de La muerte y la doncella. Claro que la muerte siempre estuvo enamorada de Dieskau, así que no me extraña en absoluto, no me extraña… Una historia peculiar la de Dieskau… El primer recital que hizo de forma publica en 1943 fue interrumpido por un bombardeo británico. Eso fue toda una declaración de intenciones por parte de la muerte. Le puso el anillo, se arrodilló y todo… Después, Dieskau, hizo un paréntesis para volverse nazi, antes de seguir cantando lieder… Lieder como si no hubiera un mañana… Lieder como La muerte y la doncella. ¿Cómo no iba a cantarlo de forma tan sublime? La muerte había estado en sus propias manos, eso Dieskau lo conocía bien… Cuando escucho a Dieskau cantando “Gib deine Hand, du schön und zart Gebild!” (Dame tu mano bella criatura) he de confesar que le daría la mano, el codo, y lo que no es el codo… Dieskau cantando La muerte y la doncella me pone a unos niveles que el tío de la barra del bar no podría ni acercarse. Y es por eso que lo sé, lo sé… Sé que la muerte me persigue antes de hora. Me la imagino entrando en mi cama y diciendo “O die stund ist aus” (la hora ha llegado) Porque la muerte habla en alemán, eso seguro. O al menos la mía. Y la de Dieskau. Y la de Claudius. Y la de Schubert. Y seguro que la de Bruegel también. Que de ese no hemos hablado pero en sus paisajes sobre el Fin aparecen un montón de esqueletos tocando y creo yo que debe ser música alemana lo que tocan, o eso me parece. Así que he decidido hacer un trato con la muerte. Seis meses en el infierno y seis meses en la alegría de la vida, le he dicho. Y ella me ha dicho que vale, que era un buen trato. Y a mí esto me ha parecido raro, así que le he preguntado a la muerte si no iba a negociar. Y la muerte me ha dicho que al fin y al cabo, no soy ya doncella, por lo que puedo salir y entrar del infierno a mi gusto